La "trilogía animal" de Katherine Pancol continuará...
Catalina Guerrero.
Katherine Pancol acaba de publicar en español "Las ardillas de  Central Park están tristes los lunes", el tercer tomo de su "trilogía  animal" iniciada con la exitosa "Los ojos amarillos de los cocodrilos".  Pero como "son los personajes quienes deciden", la escritora anuncia a  Efe que su saga continuará.
"No quería en absoluto continuar.  Pienso que son los personajes los que deciden, son ellos los que  vuelven. El escritor no decide", señala Pancol (Casablanca, Marruecos,  1954) en una conversación telefónica desde su casa en París, "la ciudad  más bella del mundo", afirma.
París, Londres y Nueva York son tres  urbes que conoce bien Pancol y en las que viven o transitan la veintena  de personajes que pueblan su famosa trilogía -que se completa con "El  vals lento de las tortugas"- y cuya "internacionalización debe a  España", donde ha sido editada por La Esfera de los Libros.
"Todo  comenzó gracias a España, como el éxito (de los "cocodrilos" y "las  tortugas") ha sido tan grande, Alemania ha comprado (los derechos de  "los cocodrilos" y se acaban de publicar) y después Estados Unidos  (previsto para 2012). ¡España es mi amuleto!", subraya una siempre  chispeante Pancol, a quien le gustaría "pasar un año en Madrid".
También  partió de España, añade, el movimiento de los indignados que ahora se  extiende al Reino Unido y a Estados Unidos, un fenómeno que le "interesa  enormemente" y que va a reflejar en su próxima novela: "Invento  historias para hablar de la actualidad", dice.
"El mundo de los  indignados me interesa mucho, verdaderamente. Creo que estamos en el fin  de un ciclo, en el alba de un nuevo mundo, con nuevos valores, más allá  del dinero", mantiene.
Más de dos millones de ejemplares vendidos  en Francia y más de 300.000 en España dan una idea clara del fenómeno  editorial que representa esta antigua periodista de la revista  "Paris-Match", con catorce libros ya en su bibliografía.
Ahora  está inmersa en el decimoquinto y está a punto de sentarse ante la  primera hoja en blanco, después de haber completado la fase de "vestir" a  los personajes, muchos de ellos antiguos conocidos.
"Voy a  recuperar a Hortense y a Gary, a Josephine y Philippe, y a Zoé, a buena  parte de los personajes. Será como una obra de Chéjov, una gran historia  que vendrá a engrosar la saga de los Cortès", señala Pancol, cuyos  libros de la "trilogía animal" rozan, cada uno, las 800 páginas.
No  sabe muy bien cómo transcurrirá la trama de su nueva novela, ya que  asegura que ella misma se sorprende a medida que escribe, pero lo que sí  sabe es que uno de los roles principales lo tendrá el padre de  Josephine, a quien solo había esbozado en "los cocodrilos" y cuyo  espíritu permanece en "las tortugas" y "las ardillas" en las  conversaciones que la heroína mantiene con las estrellas.
Pancol,  como Josephine, también "habla mucho con las estrellas" y echa en falta  la "espiritualidad" en estos tiempos en los que la gente "no habla ni  del alma, ni de Dios ni del infinito" y parece que "solo espera el  próximo iphone o el próximo ipad".
A ella lo que le interesa es la  gente que "te impulsa, que te hace avanzar, incluso si tienes miedo",  por eso le gusta mostrar en sus novelas cómo sus personajes "aprenden y  evolucionan", dice Pancol, quien se define como una autora "de  sentimientos".
Y los que refleja en sus obras los extrae de su  niñez, de "ese depósito de emociones, de sensaciones, de empatía, de  heridas". "Pienso -reflexiona - que si hubiese tenido una infancia sin  problemas nunca habría sido escritora".
Y como ejemplo pone el  arranque del primer libro de la trilogía en la que volcó sus recuerdos,  algo que, asegura, ha descubierto ahora al releer "los cocodrilos".
"Descubrí  que me había servido de mi infancia casi literalmente, del divorcio de  mis padres, de cómo mi padre dejó a mi madre, de que todo el mundo sabía  que tenía un montón de amantes, menos ella", rememora al retrotraerse  al pasado y verse de niña tras la puerta de la cocina en la que se  desarrolló el drama de la ruptura.
Y se sorprendió también al  descubrir que al igual que Hortense, estaba "orgullosa" de su padre "por  lo elegante que era" y de que sentía "vergüenza" de su madre "porque  iba mal vestida". "Pero cuando la escribí no era consciente", confiesa  Pancol.
Pero escribir, asegura, "no sirve de terapia", ya que "hay  que reinterpretar la realidad para convertirla en novela". "La vida de  un escritor no es un largo camino tranquilo", señala Pancol, pero aún  así ella, confiesa, "no podría pasar" sin inventar historias.